Hace ya algún tiempo, la Fundación Signes, organizó, junto a un programa infantil de radio, un taller en el que grupos de niños de entre ocho y diez años, liderados por diseñadores y arquitectos trabajaron sobre un tema común, la calle, y los diferentes soportes de comunicación que definen su tipología.
A mi me pidieron encargarme del street graphics, desde la señalización viaria hasta la identificación de comercios o servicios.
Otros grupos se ocuparon de las fachadas de los edificios, de las construcciones efímeras o de la moda.
Para entrar en tema y hacerles ver que siempre se puede ir más alla de lo que existe o lo que ya está establecido por los usos y costumbres; que nunca hay que conformarse con lo que ya conocemos y que la curiosidad y la asociación de ideas o sistemas producen la innovación, les expliqué un caso real.
Los semáforos, en este caso.
Ellos, que son el elemento de señalización viaria más evidente en las ciudades, expresan su función a través del significado que la cultura social a convenido para los colores.
Así, el rojo significa stop (peligro), el amarillo, precaución (posible peligro), y el verde, vía libre (ausencia de peligro).
A este código basado en el significado de los colores le llamamos semántico.
Pero existe también otro código viario, que es mas notorio en carreteras, que utiliza al círculo para indicar el stop, al triángulo para la precaución y al cuadrado para la vía libre.
A este código que se expresa a través de las formas, le llamamos sintáctico.
O sea que tenemos dos códigos diferentes para expresar la misma función.
Entonces, porqué no fusionarlos en uno solo y así potenciar la capacidad de comunicación de un mensaje que resuelve, en cada cruce, la situación más crítica del tráfico urbano?
Así lo han hecho (lo he visto hace muchos años) en algunas ciudades suizas.
No acababa de contarles esto, cuando uno de los niños saltó entusiasmado por el descubrimiento: “Claro, así las personas que no pueden distinguir los colores lo pueden entender por las formas!”.
Acabada la introducción, nos pusimos a trabajar.
Con tres grandes paneles de carton pluma simulamos la calazada y las fachadas y con rotuladores, papeles de colores, tijeras y cola comenzamos por la calle propiamente dicha.
Les dejé trebajar solos para que se sintieran libres y me fui a dar una vuelta para ver como iban progresando los demás.
Cuando regresé, el trabajo estaba muy adelantado y ellos llenos de entusiasmo. Así que allí estaba todo: los semáforos (como los de Suiza), los carriles en la calle, las vías del tranvía (con su césped y catenaria), los pasos de peatones…
Los pasos de peatones?
Sí, ahí estaban. Pero diferentes. No como los conocemos, sino girados noventa grados, es decir, transversales a la circulación rodada.
Me quedé muy sorprendido, así que con mucha curiosidad, pregunté al autor (casualmente el mismo que había entendido lo de los semáforos) el porqué de el cambio. Y su respuesta fue clara y concisa: “Porque los coches se detienen cuando les ponen algo cruzado en su camino”.
Una muestra de capacidad de observación y sentido común que me hizo reflexionar y así darme cuenta de que la realidad es que los pasos de peatones están hechos desde la circulación rodada y no desde la peatonal. Y que este error es una solución y un código universales.
Nunca he dado una clase en la que aprendiera tanto.
Algún tiempo más tarde , con un grupo de amigos, hice un viaje a las ruinas de Pompeya. Cuando ví sus calles, me vino inmediatamente a la memoria la experiencia con los niños.
Porque en la antiquísima ciudad, las calles estan en un plano inferior a las aceras. O sea que están construídascomo canales, de modo que, para poder cruzarlas, colocaban grandes piedras alargadas, dispuestas en el sentido longitudinal de la calle de tal modo que permitiesen pasar al caballo y a las ruedas de los carros, es decir, facilitando el paso a los vehículos. Y los peatones las usaban para cruzar!!!
A la vista de todo esto, me parece lícito preguntarse si no es que todavía estamos repitiendo esquemas de diseño que corresponden a las necesidades de sociedades de hace siglos.
Me temo que es así. Hasta que un niño curioso e inconformista se hizo la pregunta clave que inicia y desata todo el proceso de diseño: “por qué?”
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